Mientras estábamos en Flandes, adelantando algunas de las pruebas del
especial que presentamos en esta edición, una sorpresa llegó venida
desde Cali. Todos los que participábamos en esta serie de test drive
sabíamos que era un nuevo modelo, con el que Zagacol –representante
oficial para Colombia de United Motors, Qingqi y Jialing- busca ganarse
una buena cuota del mercado. En verdad quedamos admirados cuando la
bajamos del camión y notamos esa presencia tan impactante.
Pocas motos en el mercado cuentan con un sistema de iluminación en LED
tan completo. Éste no solo le aporta seguridad, también la hace más
llamativa y le da un look juvenil.
Se trataba del renovado modelo DSR
II 125, una doble propósito con un porte realmente atractivo, que a
primera vista hace pensar, tanto a conocedores, como a los poco
entendidos en el tema de las motos, que se trata de una máquina de mayor
cilindrada. Cuando Alejandro Rubio Sabogal, director de la revista
Publimotos nos confirmó que estábamos ante un propulsor de 125cc, no
podíamos creerlo; pero así era, esta gigante de baja cilindrada nos
dejaba boquiabiertos.
Y cuando introducimos la llave en el switch y oprimimos el
botón del arranque eléctrico ubicado en el lado derecho del manillar,
surgió un leve ronroneo, ya más acorde a lo que esperábamos de un motor
con este desplazamiento, pero después de dejarla calentar un poco
decidimos acelerarla; entonces sucedió lo inesperado, un fuerte rugido
–más parecido al de una 250cc- salió del escape, dejándonos
estupefactos.
De este modo empezaba con pie derecho el análisis de uno de los más recientes lanzamientos que Zagacol trae al país.
El tablero tiene un aspecto moderno y cuenta con buena iluminación.
Además ofrece buena información al piloto: cuenta con odómetro,
velocímetro, cuentarrevoluciones, indicador de nivel de combustible
–generalmente las doble propósito no lo tienen–
Un diseño arrollador
Ya con más calma empezamos a revisar cada uno de los detalles de esta
motocicleta, enfocándonos en uno de sus puntos más sobresalientes, la
estética. A simple viste se nota la agresividad que los ingenieros y
diseñadores buscaron plasmar, destacándose el sistema de luces LED, que
encontramos sobre la luz principal, en las tapas del tanque, en las
direccionales traseras y delanteras –éstas tienen un estilo muy moderno-
y en el stop, que se sale de lo común, presentando unas formas
triangulares, casi hipnotizantes.
Este empeño por hacerla lucir más deportiva, con un look
agresivo, se manifiesta también en la terminación de los plásticos que
recubren la zona del depósito de combustible, con piezas superpuestas
que se acoplan muy bien y logran ese cometido, concediéndole más
volumen; a lo anterior le sumamos las calcomanías de un tono amarillo
(en la moto de prueba) que realza el carácter off-road y dinámico.
Otros elementos que se integran a esa estampa provocadora, son el manillar de acero con barra transversal, almohadilla estilo supercross y pesas de lujo en los costados,
rines de radios –de buen diámetro- en tono negro, unos espejos
alargados y los protectores plásticos para las manos, que realzan su
imagen y son un valor agregado muy destacable.
Poniéndola a prueba
Zagacol, nos había informado que esta DSR II 125 venía equipada con la
más reciente generación de motores UM, así que teníamos curiosidad y
deseábamos conocer su respuesta en las diferentes condiciones y
terrenos. Estando en Flandes, donde la recibimos con menos de un
kilómetro de recorrido, rodamos por la autopista que comunica a Girardot
con Ibagué, donde la exigimos cuando era posible.
Allí, en medio de las amplias llanuras, las rectas de la vía nos
permitieron acelerar hasta 95 Km/h, llevando el motor al área roja de
las revoluciones, donde marcó 9.000 vueltas. Esa fue la velocidad tope
que conseguimos, teniendo en cuenta que estábamos a una altitud de 285
metros sobre el nivel del mar. En ese rango de rpm percibimos un poco de
vibraciones, especialmente en el manubrio y los posapies, pero no
llegaban a incomodar.
En general, la respuesta de este propulsor monocilíndrico de 124cc nos
pareció aceptable para la cilindrada, con buen torque y una entrega de
potencia progresiva, más no sobresaliente. Los 10,4 HP empujan bien en
carretera. En el ascenso entre Silvania y el peaje Chuzacá debimos girar
al máximo el manillar del acelerador y mantener la caja de cambios
entre tercera y cuarta, subiendo sin inconvenientes, tomando las curvas a
buen ritmo. Percibimos un comportamiento correcto por parte de los
neumáticos de semitacos que trae de fábrica, y cuando debimos acudir al
sistema de frenos, el disco lobulado delantero reaccionó con
suficiencia; no sucedió lo mismo con el tambor trasero, al que le falta
efectividad.
Ya de regreso, volviendo a la rutina en la capital del país, ir y venir
de un lugar a otro en medio del tráfico fue fácil gracias a la altura
de la moto –no había riesgo de golpear los espejos de los automóviles-;
de igual manera, las suspensiones absorben con suficiencia las
irregularidades de la vía, especialmente la horquilla delantera. El
amortiguador trasero (monoshock hidráulico) es un poco duro, pero para
circular en la ciudad está más que sobrado.
Al obtener el promedio de consumo, después de rodar con ella en ciudad,
autopista y carretera, exigiéndola entre el 85 y el 90 por ciento de su
capacidad, la media fue de 95 Km/galón.
$4´190.000 más valor de matrícula y Soat.
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